Las Historia de los Persas en el periodo Aqueménida….

Las Historia de los Persas en el periodo

Aqueménida

a través de la visión de Heródoto de

Halicarnaso

Andrés Sáez Geoffroy.

Pedagogía en Historia, Geografía y Ed. Cívica.

«La publicación que Heródoto de Halicarnaso va a presentar de su historia se dirige principalmente que no se llegue a desvanecer con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni menos a oscurecer las grandes y maravillosas hazañas, así de los griegos, como de los bárbaros. Con este objeto refiere una infinidad de sucesos varios e interesantes y expone con esmero las causas y motivos de las guerras que se hicieron mutuamente los unos a los otros.»[1]

El conocimiento de lo que es el Imperio Persa Aqueménida y sus campañas de expansión así como de las provincias y reinos que fueron sus vasallos y clientes, a occidente nos ha llegado del legado de lo que escribieron los contemporáneos griegos de dichos sucesos. Recordemos que el cenit del imperio Persa llegó con la dinastía denominada Aqueménida que unificó Persia y Media en un vasto conglomerado multiétnico, multicultural y político, capaz de expandirse y conquistar a todas las culturas mesopotámicas  y aún más llegar a la cuenca oriental del mediterráneo, siendo finalmente los griegos los que detienen esta ofensiva, llegando a cierto status quo en esta zona por lo menos hasta la aparición de Alejandro Magno. De este periodo data la única fuente contemporánea de aquellos sucesos que nos llega completa y que posee cierta fidelidad histórica: Los Nueve Libros de la historia de Heródoto de Halicarnaso, del cual lógicamente, su testimonio nos llega en base a la cosmovisión griega de aquel periodo y que por tanto nos permite descubrir el pensamiento griego, los orígenes, desarrollo y detenimiento de la expansión persa, las culturas involucradas, su contacto, en suma el mundo del mediterráneo oriental del siglo VI a.C y V a.C.

Los conflictos surgidos entre griegos y persas no podemos encontrarlo en el corto plazo ó corta duración como se diría actualmente, sino en un establecimiento o rotura de los equilibrios imperantes que se habían logrado en el Asía Menor y el Mediterráneo Oriental a raíz de las guerra existentes en esta zona las cuales lograron alejar de Grecia las miradas de los imperios de cercano oriente, todo esto enmarcado – según lo que nos reata Heródoto – en la mutabilidad típica del  pensamiento y mundo  griego de esta época:

«Lo que si haré, puesto que según noticias he indicado ya quien fue el primero que injurió a los griegos, será llevar adelante mi historia, y discurrir del mismo modo por los sucesos de los estados grandes y pequeños, visto que muchos antiguamente fueron grandes, han venido después a ser bien pequeños, y que, al contrario, fueron antes pequeños los que se han elevado en nuestros días a la mayor grandeza. Persuadido pues de la inestabilidad del poder humano, y de que las cosas de los hombres nunca permanecen constantes en el mismo ser, próspero ni adverso, haré, como digo, mención igualmente de unos estados y de otros, grandes y pequeños.»[2]

Tomemos aquella premisa como la idea central que nos dará a conocer en su libro, por tanto el desequilibrio – y por ende la causa estructural de las guerras médicas- esta dado por como las relaciones del mundo griego con Asia Menor y el cercano oriente van siendo cada vez más un movimiento pendular entre la aparición de reinos e imperios sucesivos en esta área que dominan o intentan dominar a las colonias griegas del Asía Menor disputa que según el autor proviene desde los tiempos en que los troyanos raptaron a Elena,  y posteriormente los fenicios Io, en una de los típicos pensamientos de otorgar a los heroico – mitológico cierto grado verosimilitud, debemos igualmente enmarcarnos dentro de una comunidad  la cual busca a través de estas historias entretenimiento y Heródoto igual debe producir para esta audiencia diálogos, relatos y anécdotas que hagan amena su lectura y su escucha.

El inicio de los conflictos para Heródoto tiene relación con los sucesos acontecidos por el rapto de las mujeres, que en los tiempos griegos es un conflicto de tiempos inmemorables casi mitológicos  y son los que relata Homero en la Ilíada, de esta forma más que narrar sucesos históricos entre si, lo que narra es lo que sabiduría popular y el folklore tienden a concebir como las causas centrales del conflicto, así Heródoto busca acercarse a su público y a los ya sucesos reconocidas del rapto de Elena por parte bárbara[3], el rapto de Medea y de Inaco.

Ya pasado este momento de folklore y sabiduría popular, Heródoto pasará a narrar como la mutabilidad del equilibrio de los estados del Asia Menor será la que finalmente permita aparecer en escena a los persas y su expansionismo asociándolos como causas directas de las guerras médicas. Todo esto enmarcado en los rasgos  moralizantes, míticos, fatalizantes y trágicos, pero sobre todo la convivencia entre lo divino y lo racional, tan característico del pensamiento griego del siglo VI-V a.C. Es así que los persas no son los primeros en aparecer en escena, sino el Reino de Lidia dirigido por Creso el que sentará las bases de la dominación de un estado no griego sobre zonas colonizadas y habitadas por no griegos, este reino como dice Heródoto domina toda la zona del Asia Menor incluida la Jonia  griega. No obstante este reino tiene un fin, y aquel fin para Heródoto está relacionado con lo que se había dicho anteriormente de la fusión de lo divino con lo racional, para este Autor, Creso rey del Lidia por ser un hombre ambicioso y soberbio, recibe el castigo de los Dioses , es así como se le muere un hijo, y finalmente pierde su reino a manos de los persas, «Creso, privado de su hijo, cubrióse de luto por dos años, al cabo de los cuales, reflexionando que el imperio de Astyages, hijo de Ciaxares, había sido destruido por Ciro, hijo de Cambises, y que el poder de los Persas iba creciendo de día en día, suspendió su llanto y se puso a meditar sobre los medios de abatir la dominación persiana, antes que llegara a la mayor grandeza»[4] es decir para Heródoto estos sucesos son muestra  ejemplarizante de lo que les ocurre a las personas / estados ambiciosos los cuales por lo mismo son castigados divinamente bajo un sello de un inigualable destino trágico «Después de la partida de Solón, la venganza del cielo se dejó sentir sobre Creso, en castigo, a lo que parece, de su orgullo por haberse creído el más dichoso de los mortales. « [5].  De esta manera la decadencia de Lidia simplemente tiene que ver con que ya a fines del siglo VI a.C. el reino de los medos se había fusionado con el de los persas creándose así una superpotencia en el área que fue poco a poco absorbiendo todos los pueblos del área oriental del mediterráneo y añadiéndoselos como tributarios al imperio Persa y «Conquistados ya los griegos del continente de Asia y obligados a pagarle tributo»[6] los cuales ya eran tributarios del reino de Lidia. Ya de esta manera aparecido en escena los medos, Heródoto coloca el énfasis en los formadores del Estado Medo – Persa, que en orden ascendente serian Deioces, Fraortes Ciaxares y Ciro el grande fundador del Imperio Persa. Colocaremos aquí como ejemplo a Deioces  que como nos relata Heródoto «Hubo entre los Medos un sabio político llamado Deioces, hijo de Fraortes, el cual aspirando al poder absoluto, empleó este medio para conseguir sus deseos. Habitando a la sazón los Medos en diversos pueblos, Deioces, conocido ya en el suyo por una persona respetable, puso el mayor esmero en ostentar sentimientos de equidad y justicia, y esto lo hacía en un tiempo en que la sinrazón y la licencia dominaban en toda la Media.«[7] es así como Heródoto concede a ciertas personas con capacidades un sitial de honor en su historia, generalmente castiga a los cobardes y traidores, pero por otro valora la aparición de individuos capaces de poseer las virtudes más nobles y notables,  que en el caso de nuestro autor muy influido por el modelo democrático ateniense es la justicia. Es así que Deioces el organizador del reino medo, es elegido  – y nótese la importancia que se le concede a aquella elección- por su pueblo para llevarlo a la grandeza, nuevamente repitiéndose el móvil de la mutabilidad de las sociedades tan típica del pensamiento griego, pues así los medos, un reino dominado, pasan por medio de la elección de un soberano a ser uno de los pueblos más grandes de la historia narrada por Heródoto que pondrán en tela de juicio la libertad gozada por los griegos. Por otro lado tenemos a Ciro – II el Grande –  este hombre por medio de su inteligencia lograr derrocar a la dinastía meda, y dar paso a que los persas asuman el trono bajo la familia Aqueménida.

«Ahora exige la historia que digamos quién fue aquel Ciro que arruinó el imperio de Creso; y también de qué manera los Persas vinieron a hacerse dueños del Asia. Sobre este punto voy a referirlas cosas, no siguiendo a los Persas, que quieren hacer alarde de las hazañas de su héroe, sino a aquellos que las cuentan como real y verdaderamente pasaron (…). Reinando ya los asirios en el Asia superior por el espacio de quinientos y veinte años, los Medos empezaron los primeros a sublevarse contra ellos.  Como peleaban por su libertad, se mostraron valerosos, y no pararon hasta que, sacudido el yugo de la servidumbre, se hicieron independientes, cuyo ejemplo siguieron después otras naciones.»)[8]

Todo esto, bajo los ardides y anécdotas típicas que nos cuenta Heródoto de cómo Ciro llega al poder y la rebelión que libró para aquello. Ciro así para Heródoto asume el carácter de una persona determinada a que le vaya bien en la vida o por lo menos a cumplir su misión que era la de hacer crecer y expandirse el reino Medo y que el como miembro del clan de Persia, lo convierte en Persa; Por lo mismo se salva de los intentos de muerte que se le intentaron hacer cuando era un recién nacido, para posteriormente tomar el trono mediante un rebelión de causa justa, pues los persas eran un grupo humano sometido por los medas.

Tenemos ya dicho  que la formación del Imperio Persa y sus inicios como potencia en expansión se remontan a dos personajes que poseen virtudes tales como la justicia o el simple hecho de poseer un destino determinado a que las cosas salgan bien. No obstante lo anterior, también en Heródoto como decíamos podemos encontrar el caso contrario y  en el caso de los monarcas expansionistas persas nos encontramos con Cambises, este monarca que como muy bien nos relata Heródoto expandirá las fronteras persas hasta Egipto, Nubia y Libia, ocurre esta típica fusión entre lo racional y lo mitológico. Invadido y conquistado Egipto, – según nos relata Heródoto – Cambises comienza a perder el juicio  y nos dice que está loco[9], en primer lugar manda a asesinar  a su hermano que se encontraba en la capital Susa y que al parecer se había hecho popular – mucho para el juicio del rey-,, mando a matar a una de sus hermanas  a su vez emprendió ciertas acciones contra las divinidades egipcias, viendo que se hacia un celebración al Dios Apis en vez de a él, acuchillo al buey en el cual se encarna este Dios hiriéndolo mortalmente en una de sus piernas, así  cuando Cambises comandaba su ejercito para sofocar revueltas en Persia, al subirse al caballo paso a enterrarse su espada en una pierna, siendo esta herida mortal, al igual de lo que le había ocurrido a Apis[10]. Con esto Heródoto no intenta nuevamente demostrar en un tono moralizante lo que le sucede a la gente que viola las costumbres de los pueblos y la religión, hecho que posteriormente se repetirá cuando los persas ataquen Grecia e incendien los templos de Atenas, donde se puede quizá a modo de inferencia que la derrota persa ante los griegos contó entre sus factores el hecho de la violación de las deidades.  «Volvamos a los sacerdotes, que apenas acabaron de presentar a Cambises su dios Apis, cuando aquel monarca, según era de alocado y furioso, saca su daga, y queriendo dar al Apis en medio del vientre, hiérele con ella en uno de los muslos, (…) En pena de este impío atentado, según nos cuentan los egipcios, Cambises, antes ya algo demente, se volvió al punto loco furioso. [11] «

Posteriormente a la muerte de Cambises asumirá la jefatura del estado Darío mediante su elección como jefe de los persas, no obstante esta elección que es hecha en base a una competencia la cual gana Darío ante otros seis notables, posteriormente a esta competencia tiene lugar una declaración de principios sobre las formas de gobierno y sus virtudes, como es lógico que Heródoto no haya sido un testigo presencial de tal acto debemos sobre entender que los discursos dados corresponden quizá con mucho al pensamiento del autor.

En cuanto a la democracia nuevamente menciona, a través de la boca de Otanes, el principio central de este gobierno  es la Isonomía e igualdad, así como el hecho de que cada uno de los ciudadanos pueden ser elegidos para las funciones públicas, pero no solo se queda con esto sino que lanza una crítica mordaz a las monarquías orientales

«Mi parecer, señores, es que ningún particular entre nosotros sea nombrado monarca de aquí en adelante, pues tal gobierno ni es agradable ni menos provechoso a la sociedad avasallada. Bien sabéis vosotros mismos a qué extremos no llegó la suma insolencia y tiranía de Cambises (…) Mas al contrario, un estado republicano, además de llevar en su mismo nombre de Isonomía la justicia igual para todos y con ella la mayor recomendación, no da prácticamente en ninguno de los vicios y desórdenes de un monarca; permite a la suerte la elección de empleos; pide después a los magistrados cuenta y razón de su gobierno; admite, por fin, a todos los ciudadanos en la liberación delos negocios públicos.»[12]

En cuanto a la Oligarquía – Aristocracia  a la cual se refiere por boca del noble Megabizo señala Heródoto que esta no es buena opción por que el vulgo se guía por los sentimientos más que por la razón, además que un gobierno de notables estaría asegurado ya que el solo hecho de ser notable asegura una educación y conocimiento de los asuntos públicos.

«Pero el vulgo obra según le viene a las mientes, sin saber lo que hace ni por qué lo hace. ¿Y cómo ha de saberlo, cuando ni aprendió de otro lo que es útil y laudable, ni de suyo es capaz de entenderlo? Cierra los ojos y arremete de continuo como un toro (…) Ahora debemos nosotros escoger un consejo compuesto de los sujetos más cabales del Estado, en quienes depositaremos el poder soberano. Vamos a lograr así dos ventajas, una que nosotros mismos seremos del número de tales consejeros, otra que las resoluciones públicas serán las más acertadas, como debe suponerse siendo dictadas por hombres del mayor mérito y reputación.»[13]

En lo que se refiere a la monarquía, el argumento dado por Darío,  de por que adoptar la monarquía es el que triunfará y tiene que ver con la naturaleza misma de la historia persa

«Y, para decirlo en una palabra, ¿de dónde vino a la Persia, pregunto, la independencia y libertad pública? ¿Quién fue el autor de su imperio? ¿Fue acaso el pueblo? ¿Fue por ventura la oligarquía? ¿O fue más bien un monarca? En suma, mi parecer es que nosotros los Persas, hechos antes libres y señores del imperio por un varón, por el gran Ciro, mantengamos el mismo sistema de gobierno, sin alterar de ningún modo las leyes y fueros de la patria, lo más útil que contemplo para nosotros.»[14]

Así Heródoto en estos discurso y en otros que posteriormente se verán ya comienza esa tendencia que posteriormente completaran Platón en la República y Aristóteles en al política, sobre las virtudes de las formas de gobierno, sus posibles corrupciones, así como la posibilidad de determinar mediante hechos racionalmente y empíricamente comprobables cual de esas formas es la que conviene utilizar para tal o cual sociedad.

Hasta ahora hemos hablado de la expansión persa en el cercano oriente, pero no nos hemos referidos a que áreas y provincias son dominadas por el imperio, ni cual es la riqueza tanto material como cultural que aportan al imperio. A esta misión fue la primera que se abocó Darío, organizar el imperio para que diera plena productividad, para este fin se organizaron 20 satrapías – o provincias – a las órdenes de un sátrapa – o virrey – designado por el mismo Rey, a su vez ordenó monetariamente las contribuciones de cada provincia con la creación del Darico y otras monedas menores las cuales tuvieron como fin establecer pagos balanceados  y equitativos a cada provincia. «Establecidas así las cosas entre los Persas, señaló Darío 20 gobiernos que llaman satrapías, y nombrando en ellos sus sátrapas o gobernadores, ordenó los tributos que debían pagársele, tasando cierta cantidad para cada una de aquellas naciones tributarias.»[15] y agrega para estos fines casi de manera anecdótica «solían los pueblos contribuir a la corona con sus donativos; de suerte que Darío fue el autor de la talla determinada, de lo cual y de otras providencias de este género nació el dicho de los Persas, que Darío fue un mercader, Cambises un señor y Cyro un padre; pues aquel de todo hacia comercio, el otro era áspero y descuidado, y este último muy humano y solícito en hacerlos a todos felices.»[16]

El primero gobierno estaba compuesto por Jonios y Eolios – es decir griegos- , el segundo los Lidios, el tercero los frigios y los pueblos del Helesponto y del Ponto Euxino (Nuevamente colonias Griegas), el cuarto Cilicia, El quinto Fenicia, Siria y Palestina, además de Chipre, el sexto Egipto y Libia, el séptimo los Gandarios – es decir del Ganges -, El octavo gobierno los Cisios, el noveno gobierno Babilonia y Asiria, el décimo Ecbatana y Media, el undécimo gobierno era el de los Caspios, el duodécimo era el de los montes Eglos, decimo tercero era la Pactica y Armenia , el decimo cuarto las Islas del mar Eritreo, el décimo quinto por los Caspios y Sacas, el décimo sexto por los Partos,  Arios y Corasmios, el décimo séptimo los etíopes, el décimo octavo los Matienos, el décimo noveno los mardos, y el vigésimo los Indios.

Así establecidas las cosas ocurrirán los hechos coyunturales que darán inicio al conflicto y que para Heródoto tendrán como móviles La ambición y la venganza más que causas políticas o económicas, con ello Heródoto lo que busca es ejemplificar las cosas malas que pueden suceder cuando el ser humano llevado por móviles poco ético interviene en los procesos históricos.  Así como ya se ha relatado la Jonia, incluida Mileto eran una de las provincias persas, Darío había dejado como gobernador subrogante de esta ciudad a Aristagoras – en nombre de su primo y yerno Histieo que se vio obligado a irse a la capital persa-  este Aristagoras, hombre ambicioso por lo demás y cobarde,  «Al tiempo que caían dichas ciudades en poder del enemigo, el milesio Aristagoras, que sublevando la Jonia había llevado las cosas al último punto de perturbación, mostróse hombre de corazón poco constante en as adversidades, pues al ver lo que pasaba, pareciéndole ser enteramente imposible que pudiese ser vencido el rey Darío, sólo pensó cómo podría escapando poner en salvo su persona.»[17] Recibe  a un grupo de exiliados de oligarcas de la ciudad griega de Naxos que le solicitan como favor – el cual debe ser pagado- de que les ayude con algunas tropas y barcos para recuperar la isla, así Aristagoras buscó el apoyo del sátrapa Artafernes y de su general Megabates, los cuales lo apoyaron con 200 galeras, el mismo Aristagoras tuvo igualmente que costear otros gastos, Aristagoras pensaba así que una vez liberada la rica isla de Naxos el sería nombrado tirano o gobernador de aquella. Pero enemistado con el general Megabates este hizo lo suyo para que la expedición saliera mal, «Entonces fue cuando Aristagoras, no pudiendo cumplir la promesa hecha a Artafernes, viéndose agobiado con el gasto de las tropas que se le pedía, temiendo además las consecuencias de aquella su desgraciada expedición, mayormente habiéndose enemistado en ella con Megabates, sospechando, en suma, que por ella seria depuesto del gobierno y dominio de Mileto; amedrentado, digo, con todas estas reflexiones y motivos, empezó a maquinar una sublevación para ponerse en salvo.»[18]entonces es así que recibe el visto bueno del gobernador Histieo que se encontraba infeliz siendo prisionero en Susa para que se subleve, así como nos relata Heródoto surgirá la revuelta de Mileto, revuelta que dirigida por Aristagoras se expandirá por el resto de las ciudades de la Jonia. Viéndose nuevamente comprometida esta revuelta por el poderío persa, Aristagoras emprenderá un viaje a Esparta y Atenas, en la primera se le niega el apoyo, y la segunda en su asamblea decide y mediante la oratoria de Aristagoras

«añadía que siendo los Milesios colonos de Atenas, toda buena razón pedía que los Atenienses, a la sazón tan poderosos, les librasen del yugo indigno de la Persia. En una palabra, tanto supo decirles Aristagoras y tanto se atrevió a prometerles, como quien se hallaba en el mayor apuro, que al cabo les hizo condescender con lo que pedía; y lo que había imaginado que más fácil le sería deslumbrar con buenas palabras a muchos juntos que a uno sólo, esto fue lo que logró allí Aristagoras, pues no habiéndole sido posible engañar al Lacedemonio Cleomenes, le fue entonces muy hacedero arrastrar de una vez con su artificio a treinta mil Atenienses (…)el pueblo de Atenas, conviene en hacer un decreto público en que ordena que vayan al socorro de los Jonios 20 naves equipadas, y se declara por general de la armada a Melantie, sujeto el más cabal y de mayor reputación que en Atenas había. ¡Ominosas veinte naves, y armada fatal, que fueron el principio de la común ruina de los Griegos y de los Bárbaros!»[19]

Este envió estas no lograran evitar la toma de Mileto, pero saquearan Sardes, y este saqueo será el que utilicen los persas como motivo central para el inicio de sus invasiones a Grecia y la destrucción de los templos pues «En el incendio de Sardes quedó abrasado el templo de Cibebe, diosa propia y nacional; pretexto de que se valieron los persas en lo venidero para pegar fuego a los templos de la Grecia.»[20]

Eso es lo que Heródoto nos cuenta en los 5 primeros libros, lo cual implica que en la mayoría de la obra lo que se nos quiere  dar a conocer son los sucesos que llevaron a la guerra, las regiones implicadas, el crecimiento de persa como factor desequilibrante y de la mutabilidad griega, así ya con mayor distensión para hablar de los griegos, en los libros sexto, séptimo, octavo y noveno, no hace otra cosa que narrarnos las batallas y sus héroes, sobre todo griegos bajo la idea de lisonjear a su ciudad de Atenas, así limpia el nombre de los Alcmeonidas  (Clístenes), y surgen grandes figuras como Milciades y Temístoceles. Narra en el libro sexto la primera invasión que culmina con la victoria griega en Maratón, en el séptimo narra la asunción al trono persa de Jerjes y la batalla de las Termopilas de donde surge la leyenda de los trescientos espartanos dirigidos por Leónidas, en el octavo narra la batalla y campaña naval que culmina con la victoria griega en Salamina y por último en el noveno la victoria final sobre los persas en Platea y Micaele, no sin antes darle a todas estas victorias el triunfo por la superioridad del soldado griego y sus armas así como su constitución política, sobre todo en el caso ateniense.

«Iban por fin los atenienses libres creciendo en poder de cada día, pues cosa probada es, no una sino mil veces, por experiencia, que el estado por sí más próspero y conveniente es aquel en que reina la isegoria o derecho y justicia igual para todos los ciudadanos. Vióse bien esto en los Atenienses, que no siendo antes, cuando vivían bajo el yugo de un señor, superiores en las armas a ninguna de las naciones, sus vecinas, apenas se vieron libres e independientes en un gobierno republicano, que se mostraron los más bravos y sobresalientes de todos en sus negocios y empresas de guerra.»[21]

Así en visión de Heródoto de Halicarnaso,  al que se le llama el padre de la historia, podemos a modo de cierre generar una serie de conclusiones que establezcan los nexos entre el pensamiento griego de la época y los persas.

1º.- Heródoto es el primer autor en tratar y describir analíticamente una guerra, ya hemos visto que la mayor parte de su obra describe las causas del conflicto, se sirve para aquello de estudios etnográficos e instituciones ambas fuentes son o de origen persa o griego, y no solo recopila los datos sino que como podemos apreciar le entrega una valorización.

2º.-Es el primer autor que unifica en una la misma obra etnografía, investigación constitucional e historia militar, descubre las implicaciones de estos aspectos, como por ejemplo que un uso o costumbre, o una determinada constitución pudiese explicar el triunfo o una victoria.

3º.- Inicia el tratamiento de temas contemporáneos, apoyado en testimonios tanto griegos como persas, aunque su carácter de griego de la época racionalista no permite una completa permeabilidad de los asuntos míticos y racionales, cuando los datos son difíciles de comprobar, suele advertirnos. El mismo se convertirá en testigo de los cambios y transmitirá aquellos que le parecen importantes para la posterioridad

Paralelamente, el contacto con otros pueblos, especialmente asiáticos, supone la afirmación de los griegos como nación. Junto a esta evolución en la idea de espacio se produce también el desarrollo de la idea de tiempo y el sentimiento de la noción de progreso; la conciencia de la efectividad y responsabilidades humanas son resultados del desarrollo y afianzamiento de la polis frente a los persas, desarrollándose una transformación intelectual de la cual surgirá Sócrates, Platón y Aristóteles


[1] Heródoto de Halicarnaso, Los Nueve Libros de la Historia, Editorial Iberia S.A, Barcelona, 1960, Traducción del P. Bartolomé Pou, Volumen I. Pp. 5, ( Libro I; Apartado V)

[2] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 6 – 7, ( Libro I; Apartado V)

[3] Es decir los no griegos

[4] Página 21

[5] [5] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 18

[6] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 14

[7] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 44

[8] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 44

[9] Cambises en realidad sufría de Epilepsia

[10] En realidad lo que ocurrió es que Cambises al verse turbado con las revueltas y su enfermedad, se suicidó

[11] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 201 Libro III

[12] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 230 – 231 Libro III

[13] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 231 – 232 Libro III

[14] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 232 Libro III

[15] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 235 Libro III

[16] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. I Pp. 236 Libro III

[17] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. II Pp. 83 Libro V

[18] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. II Pp. 27 Libro V

[19] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. II Pp. 70-71 Libro V

[20] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. II Pp. 73 Libro V

[21] Heródoto de Halicarnaso, Óp. Cit Vol. II Pp. 53 Libro V

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